"LA SEÑORA Y EL
ÁNGELITO"
Había una vez una vez un angelito al que le
gustaba asomarse por el parapeto del Cielo y mirar hacia abajo, a la Tierra.
Esta quedaba tan lejos, que no podía ver mucho, pero de todos modos miraba y
miraba, absorto en mil pensamientos. Los otros ángeles, llenos de curiosidad,
fueron a contar a Nuestra señora lo que hacía aquél coleguita.
Un día, la Señora, al pasar cerca de él le preguntó
dulcemente:
-¿Qué estás haciendo ahí?
Armándose de valor, el angelito contestó:
-Me gustaría bajar a la Tierra
-¿Bajara la Tierra? ¿No eres feliz aquí?
-¡Oh, sí! Reina y Madre, pero me gustaría bajar con el Niño
Jesús, en Navidad. Un ángel mayor me dijo que en la Tierra tiene niños que se
parecen a nosotros, y me gustaría verlos y darles cosas.
Y tras expresar su deseo, guardó
silencio, sin atreverse siquiera a levantar la cabeza. Si lo hubiera hecho,
habría visto que la Señora sonreía. No obstante, cuando Ella se retiró, latía
una esperanza en el coranzoncito del pequeño. Y en efecto, cuando llegó la Nochebuena,
él fue el único angelito elegido para acompañar al Niño Jesús.
La Señora en persona llenó la
canasta del angelito con regalos, unos deliciosos, para comer y otros de
hermosos y simpáticos aspectos para jugar. Al caer la noche, el Niño Jesús se
despidió de su Madre y tomando de la mano al angelito, partió con rumbo a la
Tierra.
El Niño Jesús no tenía alas pero
su vuelo era más veloz que el de los ángeles. Detrás de él, cargados de
regalos, iban los ángeles mayores elegidos para acompañarlo, se deslizaban a
través de la noche azul, su vuelo, a la Tierra se iba agrandando, y el angelito
podía distiguir el mar, que se revolvía furiosamente; después los pinares, cuya
silueta oscura destacaba sobre el manto de nieve; finalmente, una montaña y el
campanario de la iglesía de una aldea. El Niño Jesús ordenó al mensajerito: -"Baja
a aquella aldea, en donde viven muchos niños buenos. Bésalos de mi parte,
suavemente, de tal manera que no los despierten, y déjales los regalos. Pero
cuando la primera estrella empiece a desvanecerse, vuela rápidamente de regreso
al Cielo. "el angelito así lo prometió y el Niño Jesús siguió su viaje.
El angelito entró en las casas y
vió a los niños que dormían. Al observar sus caritas podía saber si eran buenos
o un tanto traviesos. En la frente de los que eran buenos, posó un beso de
parte de Jesús, en la de los otros derramó una lagrimita. No encontró a niños
realmente malos, pero si así hubiera sido, habría llorado mucho. Cuando la
primera estrella empezó a esfumarse, la canasta había quedado vacía, y el
enviado comenzó a subir al Cielo.
Cuando empezó a elevarse por el
firmamento vió una casa diminuta, tan oscura y escondida que, al pasar junto a
ella, no la había visitado.-"Espero que no haya niños en esa casita,-
pensó preocupado.
Bajó y atisbó por la ventana. Vió
a un chiquillo dormido sobre un montón de hojas, cubierto apenas con un pedazo
de franela ajada. Era tan hermoso, que el angelito entró para verlo de cerca. Y
al verlo bien, supo que aquél niño era muy bueno, rezaba cada día sus
oraciones, era obediente y ayudaba a su madre en todo lo que podía, que era muy
pobre. Se estremeció de frío en medio del sueño, porque no había en esa humilde
morada leña para encender el fuego, o siquiera para calentar el agua con que
hacer una sopa. Su madre había ido a la iglesía a la Misa del Gallo, a pedir al
Niño Jesús que la socorriese.
El angelito vió todo esto, y las
lágrimas rodaron por sus mejillas mientras buscaba algo en el fondo de su
canasta. ¡Si tan sólo hubera un chocolate, o unas uvas! Pero no...No quedaba
nada allí. No tenía que darle al niño, excepto el beso de parte de Jesús, que
el chiquillo no recordaría.
Los ángeles tienen el poder de
hacer que se tenga sueños agradables la gente: pero; ¿no sería cruel hacer que
el niño soñara con cosas bellas, para ver, el despertar sus manos vacias y
sentir el inclemente frío?
El angelito pensó en todo esto, y
desde el fondo de su corazón rogó a Nuestra Señora que lo ayudara.
Entonces mirando por la ventana,
tuvo una maravillosa idea. Voló apresurado hacia la primera estrella que
cintilaba en el firmamento. Un momento después regresó, llevaba delicadamente
la estrella entre sus dedos, La colocó cuidadosamente en el hogar de la
chimenea, desde donde alumbró la pobre choza con alegre y confortable
resplandor. Calentó el agua de la olla, de la que empezó a salir un delicioso
aroma (ya que las estrellas pueden dar a las cosas el sabor a leche o miel, o a
chocolate y otras delicias).
El angelito dió un tierno abrazo
al niño dormido y se deslizó a través de la ventana: porque Dios no permite que
los ángeles sean visibles en la Tierra.
Cuando el pequeño despertó, vió
una brillante estrella, y a su madre, que estaba de pie, en la puerta, llena de
asombro. El niño señaló hacia la ventana y le dijo: -¡Creo que un ángel acaba
de salir por ahí, que ví la punta de una de sus alitas. "Su madre lo
entendió todo, porque ese día era Navidad.
Mientras tanto, el angelito iba
volando hacía el Cielo, rápidamente, porque empezaba a haber luz.
Cuando llegó al primer patio, los
ángeles mayores rodeaban a la Señora, que había acudido a recibir a su Hijo:
-¡Casi llegas tarde, angelito mío! Dijo el Niño Jesús.
Estaba sonriente, y el angelito
vió tranquilizado que él no estaba enfadado, Y precisamente cuando el angelito
iba pasando por una puerta dorada, miró hacia atrás y se detuvo en seco, En esa
que allá abajo, en el bordado del firmemento, había un hueco. Jesús no lo había
notado cuando regresaba al Cielo pero Dios lo descubriría, y preguntaría con
voz severa:
-"¿Quién hizo eso?"
Y al angelito no le permitiría volver a la Tierra a ver a
los niños ¡Se había atrevido a deshacer la obra de Dios!
Cuando el pobre angelito, de pie en las escaleras lloraba,
su desesparación atrajo la atención de la Señora. No pudo explicarle el motivo
de sus lágrimas pero señaló hacia el hueco que había dejado en el bordado de
las estrellas que Dios había hecho. Nuestra Señora comprendió. Ella lo sabe
todo de los niños, y pudo ver al chiquillo pobre con su madre, comiendo muy
calentitos, saboreando aquella sopa tan nutritiva como deliciosa.
Desenganchó una estrella que adornaba su manto y la entregó
al angelito: -"Ve ahora mismo. Baja y ponla de nuevo en su lugar. Aquí te
espero, le ordenó tiernamante y bendijo sus alitas, para que pudiera volar más
rápidamente.
Un momento después, el angelito regresó alegramente a el
Paraíso. Allá abajo cerca de la Tierra, la estrella de la Señora estaba
brillando. Era la más bella de todas, tan brillante y esplendorosa que Dios
debe haberla reconocido. Pero no dijo nada. después de todo, Él no pediría
cuentas a Nuestra Señora.
Los mortales de la Tierra también la reconocieron y les
dieron el nombre de Estrella de la Mañana. Es la primera en aparecer y la
última en desvanecerse. Es más grande y más bella que cualquier otra porque es
la estrella de Nuestra Señora, y Ella es Amor.
FELIZ
NAVIDAD Y PROSPERO ASI COMO VENTUROSO 2014.