Edición 496: José Gregorio Hernández: De santo constituyente a constituido
Neptalí Sánchez
“No esperes milagros, hazlos”. Gonzalo Arango
Tal vez aquel Martín Tinajero, quien
trajo su infinita bondad por estas tierras junto a los castellanos que
vinieron a América desde 1492, pudo haber sido el primer santo
venezolano. Naciendo en Ecija, Sevilla,
España –de lo poco que se sabe-,
se dice que era un hombre
de gran bondad y al morir por enfermedad, su cuerpo fue enterrado a
duras penas por sus compañeros. Luego de varios meses, regresaron al
sitio y encontraron su cadáver visible sobre la modesta fosa; emitía un
olor a fragancias naturales y en su corazón las abejas habían hecho una
notoria colmena que repartía miel sobre su cuerpo. Más interesados por
El Dorado, sus compañeros apenas refirieron el suceso como un “milagro”.
La Iglesia católica, muy interesada en los bienes de la conquista,
jamás hizo un pronunciamiento. Aquel primer milagro cristiano en América
quedó borroso en el tiempo.
En toda la milagrería venezolana, no
hay duda que el santo más trascendente es el sabio José Gregorio
Hernández. Nacido en Isnotú, Trujillo, Venezuela, tiene dos
coincidencias y una divergencia con Martín. Los une una gran bondad,
contrariamente, al sevillano lo rodeaban aromas naturales y abejas, y al
andino lo acompañan olores propios del hospital y restos de material
quirúrgico como muestras de sus milagros. La beatitud de José Gregorio
(como le dice la gente), es de origen enteramente popular, al igual que
la de Martín. Luego de haber sido un prominente y avanzado científico e
investigador, con premios en Europa, su vida entra en un extraño pasaje
que lo lleva a tocar la puerta de varios monasterios del norteño
continente, como buscando la paz del recogimiento y la ordenación en su
religión. No logra ordenarse y regresa al país para dedicarse por
completo al ejercicio de la medicina en una labor médica sin
precedentes. Pudiera decirse que revoluciona la atención ambulatoria en
Venezuela. Cobraba bien a los ricos para atender bien a los pobres. Su
consulta popular era reconfortante, de alivio y sosiego, de costo
voluntario muy módico, tendente a la gratuidad al igual que muchos de
los medicamentos. Todo indica que desde antes de morir atropellado por
un automóvil en la esquina de Amadores en Caracas, ya José Gregorio era
considerado un santo. Su significación como médico de atención inmediata
iba desde la consulta en casa, hasta el consultorio, pasando por el
consejo vivencial, la observación sanitaria, la prevención de
enfermedades, la ayuda material, la emergencia. Con unanimidad, toda la
Caracas de comienzos de siglo XX le llamaban “el médico de los pobres”.
El día 29 de junio de 1919, fecha de su entierro, la ciudad se paralizó y
acompañó solidariamente a quien hizo milagros en vida sin mediar la
condición social, pero apoyando más al desvalido. Si es por el voto
popular, ya es santo desde su práctica médica de vida, lo que nos indica
que es un santo constituyente.
Nada más inobjetable que un milagro
constituyente. Es y ya. Un milagro constituyente no amerita discusión
para el beneficiario. A este tipo de milagro lo acompañan un pronóstico
imposible de realizar y un trayecto donde las dificultades se disipan y
los objetivos (males), se transforman en posibles. Como en todo lo
humano, hasta los milagros están divididos entre los que reconoce el
pueblo y los que reconoce la iglesia (constituidos). Baste con que
alguien se cure de algún mal frente al cual se invocó la fuerte memoria
de José Gregorio Hernández, y aquello es un milagro constituyente. Su
testimonio pasa de boca en boca “constituyéndose” en fuente de poder
moral para el fortalecimiento de la fe en el santo trujillano. El pueblo
de Isnotú vive a diario esta fuerza constituyente que va en pro de la
búsqueda o el agradecimiento de un milagro, cuyo pago es el voto
sencillo en oraciones o devoción; o en cambio, en sencillas estampas y
otros motivos que dan trabajo a la gente. El poder constituyente de José
Gregorio Hernández como santo, llega a la santería de varias religiones
consideradas paganas por el catolicismo y asalta los hospitales y
clínicas con igual fervor. Algunos directores de estos servicios de
salud han llegado a prohibir imágenes de culto al santo en las camas y
sólo aceptar las imágenes (constituidas) de la Iglesia católica. La
culturosa devoción en el shamanismo coloca a José Gregorio junto a la
poderosa corte de la Diosa María Lionza y el Negro Felipe.
Para darse caché, el Vaticano prepara
su beatificación y canonización para 2019, y así secuestrar la
conmemoración de los 100 años de su muerte. En los próximos 5 años, a
través de la Conferencia Episcopal, seguirán haciendo esfuerzos por
acabar con la Revolución Bolivariana y tratar de celebrar “en grande”
junto a la oligarquía. Si esto sucede, el poder constituyente de José
Gregorio Hernández se perderá, ordenado con sombrero y bata blanca; las
manos (que una vez fueron símbolo de ciencia y sanación) descubiertas al
formalismo beato. Ya veremos a “Pana Goyo” constituido en gigantesca
estatua de yeso en todas las iglesias católicas de Venezuela, rodeado de
candelabros y la alcancía para atesorar diezmos, mientras continuará
apareciendo en las casas humildes para acompañar el milagro de
resistencia que hace el pueblo en su diario vivir.