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miércoles, 8 de mayo de 2013

José Gregorio Hernández por Jacinto Convit

59 ANIVERSARIO

Al maestro con cariño

José Gregorio Hernández

por Jacinto Convit

DOMINGO 21 DE OCTUBRE DE 2012

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Soy un hombre mayor, que acaba de cumplir felizmente 99 años, pero el doctor José Gregorio Hernández era, para la época en que yo era un muchacho, mucho mayor que yo. De hecho, para el momento del lamentable accidente que acabó con su vida, él contaba con 49 años y yo apenas con seis.

Por largo tiempo creí que mis padres habían solicitado su ayuda para curarme de una fiebre tifoidea. Pero lo cierto es que ese recuerdo de estar enfermo lo tengo de cuando era ya mayorcito. Aunque así sería la acción que desempeñó José Gregorio Hernández en La Pastora, entre sus vecinos, que por años me pareció que aquello había sucedido. No en vano, crecí escuchando comentarios sobre sus constantes rondas, desde el inicio de la avenida Baralt hasta La Pastora, indagando siempre por la presencia de enfermos.

Afortunadamente, pude compartir con él ambientes de vida, en esa amada parroquia, y también de desarrollo profesional, tanto en la antigua universidad, ubicada en el centro de Caracas, como en ese importante espacio de atención médica que ha sido el Hospital Vargas durante toda su existencia.

Cuando se evoca la vida del doctor José Gregorio Hernández es clara la referencia a su desempeño como médico: un hombre venido de la provincia, dispuesto a entregar su vida a un oficio noble, y a quien, por cierto, el gobierno venezolano de la época le encomendó tareas de gran importancia para el país, que contribuyeron al desarrollo de los diagnósticos de las causas de las enfermedades.

El primer microscopio que llegó a Venezuela lo trajo José Gregorio, así como muchos libros relevantes para la formación en fisiología, anatomía patológica, histología y bacteriología. Para el naciente Hospital Vargas, aquello fue una bendición. Estos fueron encargos del presidente Rojas Paúl, el mismo que decretó la construcción del Vargas.

En cuanto a la enseñanza, José Gregorio Hernández fue un hombre muy estudioso y un profesor universitario sumamente exigente. De esta manera me lo hizo saber el también doctor Martín Vegas, padre de la dermatología en Venezuela, de quien fui discípulo. Vegas relataba que José Gregorio era muy riguroso, que tenía un carácter muy recio en su rol de educador.

En mis días de estudiante, por los años treinta del siglo pasado, ya había una tendencia a considerarle como un santo y siempre se escuchaban comentarios de mucha gratitud. Por supuesto, tanto en la universidad como en el Hospital Vargas se le recordaba permanentemente y se han honrado sus importantes aportes.

Sin duda, José Gregorio fue un hombre de enorme capacidad que demostró lo que significa la investigación científica. Igualmente, vemos en él a un médico que, por sus sólidos valores cristianos, inspiró un movimiento de fe y esperanza en los pacientes... Un ser humano bendito.

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